Gabo Ferro apareció en los '90, en la escena under porteña, capitaneando una inquietante banda de hardcore llamada Porco, con quienes grabó dos discos. Pero un día, en 1997, abandonó el grupo en pleno recital por no sentirse a gusto con la dirección que estaba tomando el proyecto. Tiempo después se dedicó a estudiar Historia, consiguiendo premios varios con sus tesis doctorales.
Seis años más tarde se encontró con un viejo colega, el guitarrista Ariel Minimal (líder de Pez, y ex-miembro de Los Fabulosos Cadillacs), el cual lo invitó a compartir escenario y le dió respaldo editando en su propio sello (Azione Artiginale) ese gran debut solista que fue Canciones que un hombre no debería cantar (2005); álbum que lo ubicó en una vena folk, que de a ratos muta a folclórica (pero con letras claramente ajenas al rubro). Logrando una cálida recepción del público y la crítica especializada.
Boca arriba es el quinto trabajo de Gabo, y en él confirma con creces su talento como artesano de la canción. Aquí la instrumentación fue registrada junto a sus músicos más allegados (Claudio Lafalce en guitarra y Rogelio Jara en percusión) y la párticipación de lujo de Pedro Aznar haciendo de hombre orquesta (bajo, piano, sintetizador y voces).
La placa es un excelente trabajo que muestra una suerte de carácter conceptual en perfecta ilación entre cada una de las canciones que lo conforma. Cada una, representando un momento de la vida emocional de este laborioso cantautor, que aborda temáticas en torno a la memoria, la soledad, el abandono y el desamor como interesantes ejercicios catártico-terapéuticos que valen la pena escuchar, reescuchar, leer y releer con suma atención.
Punto aparte es el lirismo de sus composiciones, simplemente llenas de poesía para disfrutar cada una como si fueran la mejor copa de vino. Todas, interpretadas por esa voz suplicante que pide un bordado a sus desilachas y que disco a disco brilla aún más deslumbrando con su versatilidad.
La ruptura, y el comienzo de su superación, se siente a flor de piel en Boca arriba. Al igual que el olvido y la memoria, que se trenzan sin clemencia, apelando de arbitro al corazón. Todos múltiples ángulos desde los cuales observar y sentir un disco.
Ya están advertidos... la canción punzante y profunda le sienta bien a Gabo; cala hondo sin pedir permiso y ahí se queda.
sábado, 5 de diciembre de 2009
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